lunes, 23 de enero de 2012

¿Desde cuándo el emprendedorismo forma parte del imaginario nacional?

Fernando Villarán*
* Ingeniero. Presidente de SAE Consultores. Ex ministro de Trabajo
           
En los últimos años, el Perú no sólo es reconocido internacionalmente por su buen desempeño macroeconómico, sino que destaca también por su energía emprendedora. El Global Entrepreneurship Monitor (GEM), liderado por el London School of Economics y el Babson College de Estados Unidos, mide de manera sistemática el desempeño emprendedor en 42 países del mundo, entre los que se cuenta el nuestro. En su último informe, correspondiente a datos del 2006, el Perú aparece como número uno en su principal indicador de emprendedorismo: el porcentaje de la población económicamente activa involucrada en alguna temprana actividad empresarial (ver el  gráfico).

Según éste, y otros indicadores que el GEM utiliza, el Perú es el país con mayor actividad empresarial en el mundo. Es cierto que esa institución divide a los emprendedores en dos categorías: (i) los que ingresan a la actividad empresarial por necesidad, y (ii) los que lo hacen por vocación. Es claro que en los países en desarrollo, como el Perú, hay un alto porcentaje que se ubica en la primera categoría, mientras que en los países desarrollados predominan los de la segunda categoría. No obstante, nadie discute hoy la gran presencia de la energía emprendedora en el Perú.

Las cifras oficiales (del MTPE) más recientes coinciden con ese reconocimiento (ver cuadro). Tenemos 3’229,197 empresas en el país; esto significa que el 22.5 por ciento de todos los peruanos y peruanas en edad de trabajar son conductores (as) de una empresa. Por cierto, la gran mayoría (98 por ciento) corresponde a la microempresa, lo que expresa nítidamente nuestro espíritu empresarial.

¿Cuándo surgió este espíritu empresarial? ¿Cuándo la actividad empresarial se convirtió en la principal opción de vida para un alto porcentaje de la población peruana, sobre todo en los sectores populares?

El emprendedorismo del Perú formal vino con los migrantes europeos hacia finales del siglo XIX y principios del XX; basta mirar los apellidos de los fundadores de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), organización pionera que tiene más de 100 años: D’Onofrio, Lindley, Camusso, Wiese, Faucett, Tabini, Michell, Gildemeister, Raffo, para comprobarlo. Pero este espíritu empresarial se mantuvo como una costra marginal en la República conservadora y aristocrática que fuimos por muchos años; sólo cuando esta energía externa se junta con el impulso empresarial popular se convierte en la revolución emprendedora que vivimos hoy.

El emprendedor popular
Por ello, la pregunta relevante es ¿Cuándo surge este emprendedorismo popular? Si hay que ponerle una fecha tendría que ser la década de los setenta, más específicamente con la creación del primer y más importante conglomerado empresarial popular del Perú: Gamarra. Dos décadas antes, en los cincuenta, se producen las masivas migraciones de la sierra hacia la costa del país, particularmente hacia Lima, generando la base poblacional para la explosión emprendedora que vino de abajo.

¿Por qué en el distrito de La Victoria, en Lima? ¿Por qué en los setenta? ¿Por qué en la confección de prendas de vestir? Se dieron varias condiciones en forma simultánea: (i) La Victoria era un distrito nuevo, populoso y de base obrera, en el que se asentaron muchos migrantes, sobre todo de la sierra sur, con alguna tradición artesanal textil; (ii) allí quedaban los terminales de las principales líneas de transporte hacia el interior del país (que fue el primer mercado para los productos de Gamarra); (iii) la escasez de divisas y las barreras a la importación crearon un nada despreciable mercado interno; (iv) la ley de industrias de Velasco Alvarado (con la Comunidad Industrial incluida) precipitó cierres de fábricas y despidos en la industria textil, y muchos de esos obreros se fueron a Gamarra para iniciar su carrera empresarial.

Paradójicamente, ha sido el gobierno militar, considerado por muchos como enemigo de la empresa privada, una de las principales causas para este surgimiento emprendedor. No sólo en las ciudades, como lo atestigua Gamarra, sino también en el campo. Con el fracaso de la reforma agraria, se dividieron y repartieron las tierras de casi todas las cooperativas agrarias y empresas agrícolas de interés social (SAIS) creando un gran número de pequeños agricultores que se convirtieron en la base del emprendedorismo en el campo.

A Gamarra le siguieron otros conglomerados como es el caso de El Porvenir de Trujillo (3,000 empresas de calzado y afines), Juliaca (2,000 empresas metalmecánicas y de construcción), Villa El Salvador (1,500 empresas de muebles de madera), Arequipa (1,000 empresas de confecciones de alpaca), entre otras. Estos conglomerados son sólo la punta de lanza de un movimiento mucho más vasto que abarca todo el territorio nacional, y que llega hasta los pequeños campesinos, como lo revela la experiencia de mejoramiento productivo campesino impulsada por el Instituto para una Alternativa Agraria (IAA), de Carlos Paredes, y la Federación de Campesinos del Cusco (FDCC).

Es decir, se trata de un fenómeno masivo y popular que explica las cifras del GEM con las que comenzamos este artículo. Sin embargo, no queda ahí; como parte de este fenómeno hemos visto también algunos casos de éxito espectacular, de empresarios surgidos de sectores populares. Así tenemos a los Wong, que crearon la más importante cadena de supermercados del país; la familia Añaños, de Kola Real, que se ha convertido en la primera trasnacional peruana con inversiones en media docena de países; los Rodríguez Banda, que empezaron como empresa de transportes, y hoy son una fuerza dominante en la industria de alimentos con Gloria; Máximo San Román, que viene de una comunidad campesina del Cusco, creó Nova y hoy exporta maquinaria de panificación a los países desarrollados, desafiando nuestra lógica comercial de siglos.

Todos ellos se han convertido en paradigmas para muchos otros peruanos y peruanas que ven en la actividad empresarial una alternativa de vida y de progreso.

Los empresarios formales tampoco se han quedado atrás, se han revitalizado con las nuevas generaciones de propietarios (como el caso de Dionisio Romero Paoletti), con nuevas herramientas empresariales y gerencias del más alto nivel. Esto se refleja también en la inclusión de cursos y programas con una clara orientación emprendedora en las universidades más importantes. También ha jugado un papel muy importante la avalancha de inversiones extranjeras que se iniciaron en los noventa y que aceleraron en años recientes, trayendo nuevas tecnologías y renovada competencia.

El empuje viene de la cocina
Sin embargo, el principal ejemplo de la actividad emprendedora en el Perú de hoy lo constituye el boom gastronómico. En efecto, en pocos años el Perú se ha convertido en una de las primeras potencias culinarias del mundo. Hay múltiples razones para ello, como nuestra megadiversidad y nuestra riqueza cultural, aunque sin duda es el impulso de miles de chefs, empresarios, migrantes (que viven en el exterior), publicistas, empresas de turismo, escuelas y universidades, autores de textos, etcétera, el que ha contribuido de manera decisiva en este fenómeno que nuevamente nos pone en el escaparate mundial. Quizás la figura más emblemática de este boom sea Gastón Acurio, el joven empresario peruano que tiene seis marcas en el país, restaurantes en varios países del mundo, y su expansión parece ir a la par con sus sueños.

Una de las claves de su éxito es que precisamente él integra las modernas técnicas de administración y de marketing con los conocimientos y culturas tradicionales, así como con los productores campesinos de nuestros insumos maravillosamente conservados a través de los años, como los ajíes, la papa amarilla, el pescado fresco, la lúcuma, por nombrar sólo algunos. Por primera vez estamos ante una actividad empresarial masiva, en la cual todos ganan (en el pasado la riqueza de algunos pocos se basaba en la pobreza de muchos), desde los grandes restaurantes y hoteles hasta los pescadores artesanales y los pequeños productores agrarios, pasando por los más variados huariques de los barrios populares. Es decir, la culinaria peruana ha logrado lo que estábamos buscando desde hace tanto tiempo, la integración entre el Perú moderno y el Perú informal; el conocimiento y la tecnología con la capacidad de trabajo y la energía empresarial popular.

El emprendorismo no sólo está aquí para quedarse, sino para convertirse, aunque todavía no aparezca en los discursos oficiales, en una de las principales fuentes de crecimiento económico, y también de integración social y equidad.

Fuente: Peru Economico Edicion 27

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